Viajo por Europa siempre que tengo oportunidad y suelo evitar las ciudades más populares, porque la masificación turística me agobia y acabo deseando volver a casa. La mayor ventaja de eso es que acabo descubriendo lugares insólitos, muy poco conocidos y que mantienen intacto su encanto. Como esta preciosa ciudad medieval que nadie encuentra en las guías turísticas.
Cuando pensamos en ciudades medievales épicas nos viene a la cabeza Praga, Budapest, Duvronik o Ávila. Pero seguro que no has oído hablar jamás de Brașov y es una absoluta pena. Esta ciudad es la más bonita de Rumanía, un enclave atrapado en el tiempo y rodeado de los bosques y montañas de los Cárpatos, en pleno corazón de Transilvania.

Brașov es diminuto, pero lo tiene todo. Aquí hay calles adoquinadas, fachadas de colores pastel arquitectura medieval, tejados a dos aguas, monumentos históricos bellamente conservados y un ambiente local muy auténtico y encantador. El principal reclamo de esta ciudad es la Iglesia Negra o Biserica Neagra, un imponente templo gótico del siglo XV que se quemó sin caerse abajo, quedando todos los muros negros hasta día de hoy.

A unos pocos pasos de esta enorme iglesia, callejeando entre casitas bajas con paredes de colores, está la Plaza de Sfatului o Plaza del Ayuntamiento. Es el corazón de la ciudad, su centro neurálgico y siempre está llena de gente. Allí hay edificios antiguos, que conviven con puestos de trdelníks típicos de las zonas balcánicas y con terracitas para disfrutar de una cerveza al sol.

Desde esta plaza sale la Strada Republicii, la calle peatonal y principal de la ciudad. Es una vía comercial que todavía no ha sido gentrificada, por lo que las tiendas de souvenirs conviven en armonía con pequeñas pastelerías, floristerías, rincones de artesanía y edificios históricos. Aprovecha el paseo para ir también a la Strada Sforii, una visita pintoresca al siglo XVII que, con sus 1,35 metros de ancho, es la calle más estrecha de Rumanía.

Como buena ciudad medieval, Brașov tuvo murallas defensivas y aún conserva algunos vestigios de ese pasado fortificado. Esta zona era, a menudo, atacada por turcos y tártaros, por lo que a finales del siglo XIV levantaron murallas de hasta 12 metros de altura y aún quedan algunos vestigios, como el Bastión del Tisserands o el Bastión de los Negociadores, así como las Puertas Ecaterinei y de Schei y la Torre Blanca.

He dejado lo más fuerte de Brașov para el final. Desde fuera parece una ciudad desconocida y totalmente eclipsada, pero ellos tienen delirios de grandeza. Hasta tal punto que se han colocado un enorme cartel en lo alto del monte, igual que el de Hollywood pero cambiándolo por 'BRASOV'. Se puede subir hasta allí en teleférico, pero no te recomendamos las rutas de senderismo alrededor, porque estos bosques son conocidos por tener una de las mayores poblaciones de osos pardos de Europa.

Por si la ciudad en sí fuera poco, Brașov está muy cerca de uno de los lugares más misteriosos y míticos de toda Rumanía: el castillo de Bran o castillo de Drácula. Su base histórica y su relación con Vlad el Empalador, personaje que inspiró a Drácula, es más bien difusa, seamos sinceros. Sin embargo, la leyenda se ha grande y ha convertido este castillo gótico en una parada obligatoria para los amantes del misterio.

Las visitas al interior hay que comprarlas en su página web y cuestan 70 leus rumanos o, lo que es lo mismo, 14 euros. El interior es una pasada, con escaleras de caracol imposibles, patios de armas intactos, balcones de madera y habitáculos que te transportan directo a un pasado más oscuro. Para mí, la guinda del pastel de visitar Brașov.
Fotos | Romania Tourism, Turismo de Rumanía, Wikipedia Commons, @brasov, Bran Castle.
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